Ya que últimamente ando bastante liado con tantos proyectos, que se me están empezando a escapar de las manos, y para no cesar la actividad bloguera, he rescatado de mi antigua bitácora, a modo de arqueología binaria, una reseña que escribí defendiendo la vapuleada Acorralado. Disfrútenla (Si les parece). Pronto vuelvo con más artículos inútiles.
«-…Antes podía pilotar un helicóptero y conducir un tanque. Llevaba encima un equipo de un millón de dólares. Ahora no me dan ni un trabajo de lavacoches.»
Sylvester Stallone -John Rambo- En «First Blood» (Acorralado)
Revisar la primera parte de Rambo, 24 años después de su estreno puede aportar varias sorpresas a todo cinéfilo sin prejuicios. En primer lugar nos daremos cuenta de que Stallone creó a su primer antihéroe, un personaje marginal, engañado y estafado por un país por el que se había jugado la vida. John Rambo, golpea con todas sus fuerzas al sueño americano, consiguiendo crear la antítesis de Rocky Balboa, el otro alter ego de Stallone donde demostraba que con trabajo y tesón, cualquier chaval de un barrio marginal, puede llegar a lo más alto.
Lo que llegó más tarde fue puro divertimento, apologías filofascistas a la violencia y al rancio
patriotismo americano. Se explotó el filón hasta desecarlo y la caída del muro, obligó a las productoras a buscar otros enemigos para sus héroes de acción más allá del «demonio comunista» que amenazaba la libertad USA. A pesar de ello, hoy, recuperar las secuelas de «First Blood» pueden llegar a tener su gracia, ver a John Rambo luchando contra los rusos y al lado de los talibanes, viendo como ha cambiado el mapa geopolítico mundial resulta tronchante.
«First Blood», al contrario que sus secuelas, utilizaba la violencia como medio, no como fin. Stallone en 1982 aún no era el testosterónico héroe de acción que eclipsaría a toda una generación de palomiteros y aún tenía más cerebro que músculo, lo cual le sirvió para crear a un personaje oscuro, un buen hombre obligado a perpetrar sus actos como respuesta al rechazo del sistema y a reivindicar su condición de la misma manera que la sociedad le había enseñado. En los USA no quedaba sitio para los
monstruos que habían engendrado y era preciso ocultarlos o eliminarlos y en esta ocasión el monstruo se ha escapado de las manos al sistema y sólo podrá ser retenido si se le devuelve al útero donde fue creado. El ejército es su vida a la vez que su frustración, pero tan sólo bajo las normas castrenses puede el individuo encontrar la libertad que no le concede el exterior, creando una suculenta paradoja de la ambigua libertad norteamericana. A pesar de todo esto, tampoco tenemos que engañarnos «First Blood» es un film de acción, no de denuncia, pero a pesar de ello el mensaje de denuncia queda latente durante todo el metraje.
La recuperación hoy de «First Blood» supone desprendernos de falsos estereotipos sedimentados con el tiempo y enfrentarnos a un film indispensable para entender la cinematografía USA de los 80. Bebiendo de las influencias de la también comentada en este blog «Deliverance», donde a diferencia del film de Boorman, John Rambo es el reverso del «hombre de ciudad» obligado a sobrevivir en condiciones abruptas, que interpretaba Burt Reynolds. Rambo demuestra ser un aliado de la naturaleza, este es su medio, el único en el que puede confiar ya que sus leyes son claras y no traicionan. Otra fuente de inspiración para este film es sin lugar a dudas la gran obra de la Guerra del Vietnam que realizó Michael Cimino en 1978, «El cazador» donde también se retrataba el difícil regreso y reinserción de quienes habían marchado a defender unos valores que ya habían quedado obsoletos en su país de origen.
Este es el efecto que me ha producido la reciente revisión de este «First Blood». Hagan lo mismo y olvídense de sus infumables secuelas, comprobarán hasta que punto se puede llegar a marginar injustamente una buena película.
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